CIENCIA FICCIÓN, FANTASÍA Y OTRAS IMAGINACIONES: Arriesgarse a la Ciencia Ficción



Fuente: Revista la Esquina, Periódico Cambio, 19/10/2014

Por Iván Rodrigo Mendizabal

Le debemos la siguiente cita a Giorgio Agamben —en Profanaciones (2005)—, la cual, aunque se refiera a la poesía, también se puede extender a la lectura en general y, en particular, la de ciencia ficción: “¿(…) qué modo una pasión, un pensamiento podrían estar contenidos en una hoja de papel? Por definición, un sentimiento, un pensamiento exigen un sujeto que los piense y experimente. Porque ellos se hacen presentes, ocurre entonces que alguien toma en sus manos el libro, se arriesga en la lectura. Pero eso sólo puede significar que este individuo ocupará en el poema exactamente el lugar vacío que el autor había dejado allí, que él repetirá el mismo gesto inexpresivo a través del cual el autor había testimoniado sobre su ausencia en la obra” (p. 92). Quisiera decir algo respecto de ciertas palabras que están contenidas en la cita. Agamben habla de la “pasión” y también de un “pensamiento”, ambos contenidos en el seno de una hoja de papel, en el lugar que ocupa la poesía. Por pasión entiende a la “cuerda” (p. 14) que se despliega entre un dos sujetos del poema, pero sobre todo, entre el poema y el lector; pareciera decirnos que, en efecto, el poema es sobre todo la tensión que está allá, en ese espacio del papel, en el tejido que los versos hi lan, en el universo que parece abrirse cuando uno se hace llenar del poema como tal. Si hay tal pasión, si hay ese sentimiento, entonces, también hay un pensamiento, y pensamiento es algo latente, es el pálpito que está allá en el texto, como algo único y separado y que provocan una especie de comunión, haciendo que aparezca, cuando se lee, la imaginación y todos sus fantasmas (p. 93), hecho que, sin duda, provoca, si se quiere, el placer del texto al que aludía en su momento Roland Barthes en su Placer del texto (1973). En Agamben, tal placer en su previo estadio supone un sujeto que piense ese sentimiento de pasión y experimente ese pensamiento; y fíjense claramente que no es otro orden inscrito en las palabras, sino es del pensar y experimentar. En efecto, un texto es, sobre todo, una ventana que si bien presenta o expone ficciones, es decir, mundos alternos, otros, posibles, etc., es para que el lector entre a pensarlos. Pensar, en este marco, más que reflexionar, es dialogar con el propio texto. Un lector, de hecho, empieza a dialogar con el texto y es en ese diálogo que se experimenta el mundo planteado por el escritor, quien, por demás está decirlo, y Agamben lo recalca, ocupa un lugar vacío o, si se quiere, es una ausencia cuyo texto trata de evocarlo.



Arriesgarse en la lectura. Esa es otra idea presente en la cita de Agamben. Si dialogar con el texto y experimentar el mundo que nos presenta es el acto propio del libro y más precisamente del cuento o de la novela, de hecho, el lector está en el plano de quien se aventura. En tal sentido se debe comprender la palabra “riesgo”, porque arriesgarse es tener conciencia de transitar algo nuevo, algo diferente, algo que no se ha pisado aún y que se desea hacerlo. He querido poner a propósito esta cita y estas ideas para hablar de la lectura de la ciencia ficción. Con ello no quiero equipararla con la poesía, aunque existan cuentos o novelas cuya factura supone una expresión poética, al modo de Roman Jakobson –en Lingüística y poética (1960)–: hay algunos textos que igualmente son poéticos como los de Ray Bradbury o de Arthur C. Clarke, entre otros. Desde ya el lector de ciencia ficción es alguien más arriesgado que el lector de otros géneros; con ello tampoco quiera hacer gradaciones inútiles. Pero habría que decir —y he ido escuchando a algunos lectores— que si hay preferencias, no todas se vuelcan a la ciencia ficción, por considerarla a esta, o demasiado “fantasiosa”, o que “no cuadra con la realidad”, o que “eso del futuro es ya una adivinación” y, con esta última idea que la literatura no debería estar adivinando nada. Pero contrariamente a estos y otros postulados, es menester decir que quienes hablan algo de la ciencia ficción como no preferente en su lista de lecturas, es porque no se han acercado mucho a ella y sobre todo, se muestran prejuiciados por los filmes de aventuras espaciales.

Pues bien, arriesgarse a la ciencia ficción es adentrarse a otros mundos, desconocidos, que evocan las tecnologías y las ciencias. Hoy más que nunca es urgente la lectura de la ciencia ficción porque vivimos un mundo donde las ciencias y las tecnologías tienen una preeminencia y, quizá, sus efectos, sus usos, su presencia, habrían sido “anticipadas” por la ciencia ficción. Uso acá el término “anticipación” no tanto en el sentido tradicional, como profecía, presagio o cualquier otro asociado, sino como adelantarse en ideas, en tiempo, en pensamiento. La idea de adelantarse, a mi modo de ver, supone prospección, es decir, exploración; ir más allá de lo que se vive. ¿No es acaso eso también lo que hace incluso la literatura más realista? En mi defensa diría, que la ciencia ficción, lleva a que el lector tenga que enfrentarse a un mundo desconocido y lo llene de su propio pensamiento y experiencia; es decir, que extrapole lo que conoce a lo que podría conocer.

Entonces, la lectura de la ciencia ficción, aunque esta nos muestre diversidad de mundos —sean positivos o decadentes, sean apocalípticos o refundantes, sean distantes o inexistentes, etc.—, nos obliga no a pensar en el presente sino en cómo podríamos vernos en otras circunstancias, con otros identidades, con otras culturas, con otros factores de vida y cuál el agenciamiento que estaría dentro nuestro modo de dialogar con las nuevas textualidades sociales inherentes a los
universos alternos.

Arriesgarse a la lectura de la ciencia ficción es pensarse en tiempo futuro.

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